Las
Academias eran los lugares establecidos en la época para la formación de los
artistas y el acceso a las mismas era controlado al máximo por los propios
miembros que defendían así sus prerrogativas frente a otros artistas y sobre
todo frente a las mujeres, restringiendo su incorporación o evitando su
nombramiento como miembros de pleno derecho. Las mujeres que obtenían el
privilegio de formar parte de las Academias (Angelica Kauffmann, Elisabeth
Louis Vigée-Lebrun) tenían prohibida la asistencia a las clases de desnudo.
Esto dificultaba el acceso a una sólida formación, que incluía el estudio del
natural, de la que sí disfrutaban en cambio sus colegas varones. Por este
motivo las mujeres no podían consagrarse a géneros como la pintura de historia
o mitológica, que implicaban un conocimiento pormenorizado del cuerpo humano,
viéndose obligadas a cultivar géneros considerados "menores" como el
retrato, el paisaje o la naturaleza muerta, a la vez que se les cerraban las
puertas del éxito ya que en los Salones y concursos eran especialmente valorados
los grandes temas históricos o mitológicos.
Tampoco
tenían la facilidad de sus compañeros para realizar largos viajes al extranjero
que completasen su educación artística porque era impensable que las mujeres
viajasen sin la compañía de algún familiar o se mostrasen solas en público.
En el
siglo XIX crece el número de mujeres dedicadas al arte y se afirma en la
sociedad la idea de la mujer artista, pero es un siglo de grandes
contradicciones pues, si bien la mujer va adquiriendo derechos sociales,
laborales, económicos, por otro lado el restrictivo modelo femenino victoriano
relega a la mujer al papel de esposa, madre y ángel del hogar.
Continúan
teniendo los mismos problemas para acceder a las Academias, pero surge otro
tipo de entidades de carácter más liberal como las sociedades de artistas en
general y las asociaciones de mujeres artistas en particular, que se crean para
defender, sobre todo en este último caso, los intereses de estas mujeres
instituyendo premios y bolsas de estudio, organizando exposiciones y luchando
contra la discriminación de los organismos oficiales. También algunos maestros
aceptan mujeres en sus talleres como el caso de Jacques Louis David pero hay
cada vez más mujeres artistas que poseen un estudio propio (o compartido con
otras compañeras), un espacio donde poder trabajar y donde las más famosas
aceptan pupilas como el ya comentado de Adélaïde Labille-Guiard.
En la
segunda mitad del siglo las grandes Escuelas de Bellas Artes comienzan a
aceptar mujeres, pero aumentando para ellas las cuotas de inscripción y
manteniendo la prohibición de copiar desnudos del natural.
Con la
vanguardia artística francesa, proliferan en París los talleres y escuelas que
mantienen contacto con los focos de la bohemia y alguno de los cuales abren
aulas femeninas como por ejemplo el Estudio de Charles Chaplin (donde estudia
Mary Cassatt) o la Académie Julian. El Impresionismo atrae también a algunas
mujeres como Berthe Morisot o Mary Cassatt alumnas de Manet y Degas
respectivamente.
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