En el
siglo XV comenzó a producirse en Italia un cambio en la valoración social del
artista, que se extendió luego por todo el Renacimiento y el Barroco. Los
artistas empezaron a reivindicar que la pintura, la escultura y la arquitectura
fuesen consideradas artes liberales ya que requerían una intensa actividad
intelectual y espiritual que las alejaba del simple oficio mecánico y artesano
al que estaban sujetas en la Edad Media con el sistema gremial. En este momento
la formación de los artistas requiere conocimientos de Geometría, Física,
Aritmética y Anatomía, disciplinas que no se incluían en la formación de las
mujeres. Empieza a ser fundamental también la copia del natural y concretamente
el dibujo del cuerpo humano desnudo, actividad por completo vedada a la mujer,
quien, por otro lado, mantiene una absoluta dependencia del varón, accediendo a
la profesión de la mano de un protector, un marido artista o un padre artista.
En estos casos las mujeres reciben la formación en el taller familiar (Lavinia
Fontana, Artemisia Gentileschi, Luisa Roldán). Si por el contrario pertenecen a
la nobleza o a la burguesía adinerada (Sofonisba Anguissola), la formación
humanística que se les proporcionaba incluía el aprendizaje del dibujo y la
pintura al igual que la música, disciplinas que eran impartidas por maestros
consagrados.
Otro
aspecto importante durante el Renacimiento y el Barroco es el rechazo de los
artistas al cobro de honorarios por la realización de su obra, ya que el
trabajo remunerado era considerado un "oficio" indigno de caballeros.
Así los artistas, para poder desarrollar su actividad, buscan la protección de
la nobleza o la monarquía. En este sentido, la aceptación social de algunas
pintoras se debió precisamente a que fueron damas de la corte como por ejemplo,
Sofonisba Anguissola en la corte española y Levina Teerlinc en la inglesa.
El
siglo XVIII fue una época de grandes cambios y grandes revoluciones. Durante la
Ilustración se amplía poco a poco el campo profesional de las mujeres sobre
todo en la enseñanza. La separación de los sexos y los diferentes programas
educativos genera una mayor demanda de profesorado, preferentemente femenino,
para las escuelas de niñas. Por otro lado, las clases acomodadas consideraban
imprescindible en la educación de las jóvenes un cierto conocimiento de dibujo
y pintura, así como de canto y música, por lo que muchas artistas se convierten
en maestras de estas disciplinas acogiendo pupilas (Adélaïde Labille-Guiard).
A
pesar de estos logros, la discriminación es manifiesta. Continúan las mujeres
siendo mayoritariamente excluidas de las Academias y de los concursos como el
prestigioso Prix de Rome.
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