Con
motivo de la celebración del Día de la Mujer Trabajadora, este año 2004 la
Biblioteca de la UNED realiza una exposición bibliográfica centrando la mirada
en la mujer como sujeto del arte. Las pintoras y escultoras han sido
sistemáticamente presentadas en los manuales de historia del arte de una forma
marginal lo que podría hacernos pensar que apenas habían existido, mientras que
como objeto eran ampliamente representadas en cuadros, esculturas y demás
manifestaciones artísticas de todos los tiempos.
Lo cierto
es que sí ha habido grandes artistas pero no han sido reconocidas como tales ni
valoradas por la posteridad. Muchas pinturas realizadas por mujeres fueron
inicialmente atribuidas a varones, lo que indicaría que no hay diferencias
objetivas entre el arte realizado por mujeres o por hombres, pero cuando se
verifica que la autora es una mujer, baja mucho el valor económico y simbólico
de la obra. Vamos por ello a realizar un breve recorrido por la historia del
arte constatando así su presencia y los obstáculos a los que tuvieron que
enfrentarse y superar para poder dedicarse a aquello que verdaderamente
deseaban.
Según
la tradición recogida por Plinio el Viejo en su Historia Natural, la pintura
fue una invención femenina: la joven hija del alfarero Butades Sicyonius trazó
sobre un muro el contorno de la sombra del rostro de su amado cuando partía
para lejanas tierras.
El
primer ejemplo documentado de una obra de arte firmada por una mujer se remonta
sorprendentemente a la Alta Edad Media. Generalmente los artistas del medievo
no firmaban sus obras y tampoco lo hacían los autores de los manuscritos
iluminados, pero en el ejemplar del Comentario del Apocalipsis de Beato de
Liébana que se conserva en la Catedral de Gerona (terminado en el 975) aparecen
los nombres de Ende "pintora y sierva de Dios" (pintrix et Dei
adiutrix) y del monje Emeterio.
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